Autor | Jaime RamosCorrían los últimos compases de 2015 cuando 195 países sellaron un acuerdo trascendental en la Conferencia de París sobre el Clima (COP21). Fue un giro histórico por el medio ambiente que hoy conocemos como Acuerdo de París. Este documento fijaba una serie de objetivos clave para cumplir en el año 2030:
- Una reducción mínima del 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
- Elevar la cuota de las energías renovables en la producción hasta el 32%.
- Mejorar como mínimo la eficiencia energética un 32,5%.
La meta final no era otra que revertir el peligroso ritmo con el que nos movemos hacia el desastre climático. En 2015 se pretendía evitar que superásemos los 2 ºC de calentamiento global. Se trata de un incremento térmico que puede parecer anecdótico y que, sin embargo, implica consecuencias catastróficas.A fecha de hoy la situación sigue siendo preocupante. Según el investigador Pablo Canziani, impulsor de un informe que repasa el compromiso de los países del Acuerdo de París, los insuficientes esfuerzos han provocado que nos acerquemos hacia un calentamiento global de 3 ºC o, incluso 4 ºC. Llegados a este punto, los daños futuros ascenderían hasta los 2.000 millones de dólares diarios.Se estima que el 75% de los proyectos presentados para paliar el cambio climático y cumplir con el acuerdo son insuficientes. Ahora bien, existe un grupo de países que avanza de manera firme. La gran mayoría forman parte de la Unión Europea.
El cambio hacia las energías renovables
Uno de los principales frentes lo constituye la transición en la generación energética, abandonando los combustibles fósiles en favor de las energías renovables. Dar la espalda a la producción de energía eléctrica a base de carbón resulta esencial, aunque complicado.En Europa, solo Austria y Suecia han conseguido cerrar ya todas sus centrales alimentadas por este combustible. Francia lo plantea para el año 2022, Reino Unido en 2025 y, sorprendentemente, Alemania lo retrasa hasta 2038.Este último país ha venido dependiendo en buena medida de la producción de carbón. En 2005 suponía la mitad de su mix, mientras que lo redujo en 2018 hasta el 38%, un punto por debajo de proporción de energías renovables (39%).
Suecia, el país que más apuesta por las energías renovables
Esa dependencia previa marca el camino de muchos países. Suecia, por el contrario, lleva tiempo apartándose de la senda de los combustibles fósiles. El país, de hecho, se ha adelantado dos años para clausurar de forma definitiva su relación energética con el carbón.El hito viene aparejado al cierre de la planta de Hjorthagen, al Norte de Estocolmo. La compañía encargada de su gestión, la sueca Stockholm Exergi, ha dejado claro que a partir de esta década solo invertirá en proyectos libres de emisiones de carbono.Suecia sigue así alimentando su fama de país rey de las energías renovables. Ya en 2016 este tipo de producción superaba el 60% en su mix energético: 46% hidroeléctrica, 10% eólica y 7% procedente de biomasa.Los últimos años han estado marcados por una mayor apuesta por la energía eólica, que ha dejado en el paisaje sueco más de 3.000 aerogeneradores. El éxito de las energías renovables en Suecia se sustenta en un modelo económico basado en certificados energéticos según la producción y con los que los operadores pueden comerciar.Una estrategia que se puede ver en otros sectores, como en la industria de la automoción en California y los créditos que se conceden a las compañías que invierten en movilidad sin emisiones.En el caso de las energías renovables, no dejan de ser el pilar energético en el que se sustenta una economía que aspira a sobrevivir al cambio climático. La labor de Suecia demuestra su preparación para los retos que nos esperan.Imágenes | iStock/Perboge, iStock/bzzup, iStock/mariusz_prusaczyk