Autor | Jaime Ramos¿Vive la humanidad un particular y oculto síndrome de Diógenes digital? Se trata de una cuestión que puede parecer enrevesada. Para desentrañarla es más que pertinente fijarse en una de las preocupantes consecuencias de los actuales sistemas de almacenamiento de datos: su impacto medioambiental.
El exponencial crecimiento del Big Data (en todos los sentidos)
El Big Data posee una relación cada vez más estrecha con la sostenibilidad, con rasgos paradójicos. Y es que el tratamiento inteligente de los datos contribuye al avance de la transición ecológica. Sin embargo, al mismo tiempo esta revolución digital ha comenzado a cobrarse un saldo ecológico casi desconocido.La valía y el poder del uso masivo de datos se confirman. Muchos saben qué frío aspecto material tiene este almacenamiento: pasillos repletos de incontables servidores en centros tecnológicos que atesoran una cantidad de información inconmensurable.La compañía Internacional Data Corporation cuantificaba en 2018 que a nivel mundial existían unos 33 zettabytes (unidad que equivale a 1021 bytes) de datos almacenados en la nube. Sus estudios estiman que, al ritmo de crecimiento presente, se alcanzarán los 175 zettabytes en 2025. Por hacer una comparación asimilable, en 2015 toda la información de Internet "pesaba" 8 zettabytes.Y este crecimiento no va a detenerse a corto plazo, especialmente con el crecimiento de las redes de información urbana y el inesperado impulso a la transformación digital que ha proporcionado la pandemia. En este sentido, el 53% de las iniciativas para combatir la enfermedad han sido de naturaleza digital. Más y más datos que cada vez requieren más y más energía.
La producción de datos implica unas mayores emisiones
Parece que la locomotora de la producción de datos está alcanzando su velocidad crucero y resulta inconcebible detenerla. Con todo, la sensación en la industria tecnológica es que, en parte, se ha perdido el control de sus mandos. Según el responsable de la oficina de París de la empresa Mirova, es preciso reducir las emisiones de carbono en un momento en el que el desarrollo del Big Data no deja de aumentarlas.Un informe de Hewlett Packard Enterprise apunta que el conjunto de todos los servidores existentes consumen el 2% de la energía eléctrica mundial. Si la producción de datos se multiplicará en los años venideros, su demanda energética hará lo propio. El mismo trabajo indica que en 2030 el coste del almacenamiento masivo de datos en el mundo supondrá el 8% de la demanda de energía eléctrica mundial.Una factura de la luz sobredimensionada y que puede que roce lo absurdo, teniendo en cuenta que tan solo se utilizan de forma activa el 6% de los datos almacenados.
Big Data para hacer sostenible el Big Data
En declaraciones a Bloomberg, Kevin Hagen, de Iron Mountain, analiza la tendencia y encuentra insuficiente las respuestas que se han dado hasta hoy, incluso en lo relativo a las energías limpias. Sus centros de datos duplican de forma anual la demanda energética. Un ritmo que la producción mundial de energía renovable difícilmente puede asumir. Y lo que es peor, no está muy claro el impacto energético que tendrá la producción de datos.Resulta casi obvio que ha llegado el momento de aplicar todo el potencial de la inteligencia artificial y el Big Data a su propio mantenimiento energético. Desde Deloitte apuntan a que, aparte del uso de las energías renovables, se apliquen unos mayores estándares de eficiencia a los proveedores de servicios tecnológicos y que se mejore el aprovechamiento del propio hardware.La cuestión energética es una pieza más del rompecabezas que supone suavizar los costes del Big Data para poder explotar sus beneficios. El estudio "Big Data analytics for mitigating carbon emissions in smart cities: opportunities and challenges" ahonda en este tema. El desafío de aligerar el peso energético de nuestra nube no es baladí. De no conseguirlo, podría convertirse en una suerte de barril de Diógenes demasiado pesado.Imágenes | iStock/shironosov, iStock/kjekol, iStock/GaudiLab