Author | Eduardo Bravo
La necesidad de mantener la distancia de seguridad y reducir los contactos entre cosas y personas debido a pandemia de la COVID-19, ha reactivado las investigaciones sobre el eye-tracking, tecnología que se basa en cómo la mirada interactúa con el entorno.
A finales del siglo XIX, Louis Emile Javal observó que la lectura de un texto no se realiza recorriendo los ojos a lo largo del escrito, sino por medio de una serie de paradas cortas y movimientos rápidos. Desde entonces se ha buscado determinar sobre qué palabras, zonas de la página u objetos se centra la mirada, cuáles se ignoran y cuáles se repiten con más frecuencia.
Con la aparición de los ordenadores, el eye-tracking (o seguimiento ocular en castellano) se ha aplicado para mejorar la experiencia de usuario en internet a través de la programación UX o en el neuromárketing, que analiza cómo se percibe la publicidad en diferentes soportes, como una página impresa, un mupi, una valla de exterior o un banner.
Partiendo de esos avances se han desarrollado aplicaciones que permiten manejar dispositivos con los ojos, del mismo modo que se hace habitualmente con las manos o los pies. Esas aplicaciones de eye-tracking han sido utilizadas principalmente para facilitar la vida a pacientes de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), a los que la enfermedad les había paralizado todos los miembros salvo los ojos. No obstante, con la aparición de la COVID-19, esa tecnología ha comenzado a implementarse en otros ámbitos de la vida y para todo tipo de usuarios.
Hoy en día ya es posible relacionarse con el internet de las cosas no solo con la voz —como sucede con dispositivos domésticos como Alexa o servicios de atención al cliente—, sino con los ojos. Así, en algunos edificios inteligentes ya es posible llamar al ascensor con la mirada, abrir una puerta o sacar dinero de un cajero.
No es aventurado pensar que pronto será posible activar otros dispositivos como parquímetros, teléfonos móviles, datáfonos o incluso automóviles. La empresa SEAT, por ejemplo, está trabajando con__ un sistema basado en sensores de luz infrarroja inocua para la córnea__, y una cámara que recoge los movimientos del ojo que, posteriormente, son interpretados por un sofisticado algoritmo.
Gracias a esta información se podrá determinar qué elementos interfieren en la atención del conductor, especialmente cuando interactúa con dispositivos de ocio o información. Con ello se podrá diseñar mejor tablets, GPS, e incluso optimizar la colocación de señales de tráfico, tanto verticales como pintadas en la calzada, para hacer de la conducción una actividad cada vez más segura.
Continuando en el campo de la seguridad, el seguimiento ocular también se ha utilizado para evitar robos en grandes superficies. Para ello se han realizado estudios que han determinado a qué productos u objetos prestan más atención los ladrones. Con esa información, los propietarios de comercios podrán decidir con más facilidad dónde colocar las cámaras de seguridad, los productos más valiosos o los accesos al local. Una estrategia muy relacionada con el neuromárketing y que, igual que sirve para aumentar ventas, puede servir para reducir los robos.
Finalmente, el eye-tracking también puede servir para diseñar ciudades. Según trabajos de campo realizados por las autoridades de Melbourne, los ciudadanos prestan más atención a la vegetación exuberante en las ciudades. Una valiosa información que ha sido utilizada posteriormente para diseñar los parques y las zonas verdes del lugar.
Imágenes | Cocoparisienne, hiurich granja, Anderton sf