Autor | Arantxa HerranzEn 1960, las personas de más de 65 años no suponían ni el 5% de la población mundial. El año pasado ya eran más del 9%. Y en países como Japón son casi el 30% de la población.Es decir, que la población está envejeciendo, especialmente en los países más desarrollados (se prevé que, para 2050, una de cada cuatro personas que vivan en Europa y América del Norte podría tener 65 años o más). Algo que está transformando las sociedades y que tiene implicaciones en aspectos como la economía, los servicios, la vivienda, el transporte o el diseño de las ciudades.Las ciudades que quieran ser amistosas con los ancianos deberán acometer algunos cambios en las actitudes, políticas y prácticas en todos los niveles: desde vivienda hasta el diseño de espacios, recursos, cultura, transporte, bienestar…
Envejecer activamente
En general, las recomendaciones de las Naciones Unidas es que las ciudades deben tener políticas, servicios, entornos y estructuras que apoyen y permitan a las personas envejecer activamente. Para ello, no es solo necesario conocer y reconocer la amplia gama de capacidades y recursos que hay entre las personas mayores (no todas envejecen igual), sino estar preparados y anticiparse (de manera flexible) a las necesidades y preferencias de sus ciudadanos.Es decir, que hay que respetar sus decisiones y elecciones de estilo de vida. No se pueden crear nuevos barrios pensados en este grupo de población si lo que quieren es envejecer en el que ha sido siempre su hogar. Eso sí, dados todos los cambios demográficos y sociales que experimentan las ciudades, sus gestores deben proteger a los más vulnerables y promover la inclusión de los más mayores en todos los ámbitos de la vida comunitaria.
Eliminar barreras
Las ciudades que son respetuosas con las personas de más edad suelen eliminar todo tipo de barreras. No solo físicas (aceras rebajadas, espacios públicos más amplios, asientos y bancos públicos, edificios accesibles…) sino también sociales. Esta ausencia de barreras suele ir acompañada de políticas, sistemas, servicios, productos y tecnologías que permiten que los mayores sigan disfrutando de buena salud, tanto física como mental. Es más, son capaces de que, cuando los ciudadanos pierdan alguna capacidad o reflejo, sigan pudiendo hacer cosas que valoran y con las que disfrutan, como hacer la compra por ellos mismos.En este sentido, desde Naciones Unidas se insiste en que las ciudades deben permitir que toda la población en general, pero especialmente quienes tengan 65 años o más, puedan satisfacer sus necesidades básicas; aprender, crecer y tomar decisiones; poderse mover con facilidad, construir y mantener relaciones; y contribuir en su ciudad y comunidad.
Espejos en los que mirarse
Con sus políticas y decisiones, algunas ciudades y regiones están consiguiendo ser esos espacios en los que las personas mayores se sienten a gusto para vivir.Akita, en Japón, es una de ellas. La ciudad tuvo tres prioridades para lograrlo: involucrar a sus ciudadanos y hacer que tuvieran un papel destacado; que hubiera una cooperación entre empresas privadas, organizaciones administrativas y ciudadanos; y que se fomentara la cooperación entre todos los departamentos relevantes del gobierno de la ciudad.Pero no es la única ciudad que ha logrado ser amistosa para las personas mayores. Ejemplos hay en todos los continentes y basta conocer un poco más sus logros para inspirar a otras urbes a seguir su ejemplo.Imágenes | Alex Chernenko, Galen Crout, Philippe Leone, Siarhei Plashchynski